Narraciones de una obra de arte, episodio uno: Suave como terciopelo y algodón. Patricia Torres Aguilar Ugarte

La experiencia sobre el arte implica abrirnos completamente en mente y cuerpo. Darnos un espacio en silencio frente a ella, para observarla con detenimiento y descubrir todos sus secretos. Este es un espacio en el que les plantearé un ejercicio de escucha, en donde la imaginación estará en juego para crear imágenes mentales sobre una obra, te narraré el cuadro y al final comenta con alguien tus impresiones. Puedes incluso hacer un dibujo a partir de la narración y luego contrastarlo con la obra original.

Me encuentro ante una obra cuya escena amplia y airada, me propone sensaciones de frescura y paz que provocan un suspiro inicial, suave y cálido. Se percibe a una niña de unos 12 años, de tez pálida, delgada, de dulces rizos largos, negros como el azabache, más allá de sus hombros. Porta unos con moños que recogen su pelo, a tono con su vestido. Me observa atentamente con sus ojos negros, grandes y penetrantes que parecen decirme un secreto con ellos o me invitan a disfrutar del escenario en que se encuentra.

Su vestido vaporoso y casi transparente como una gaza suave de color rosa pálido, de hombros descubiertos, parece contarnos que el lugar en donde se encuentra tiene una cierta calidez y soltura. Se antoja ser un paseo cotidiano para ella, que le eleva el espíritu. Aunque no logro ver sus pies, infiero que tal vez se encuentra descalza, dejó sus zapatos tiempo atrás, para sentir la frescura del pasto verde abrazando sus pies hasta llegar a donde la encontramos.

Mis emociones surgen, vibran alegres y libres, me llevan al recuerdo de un viaje al campo, cuando era tan niña como ella, en donde jugué con mis primos cuando fuimos de paseo a Valle de Bravo, nos remojarnos y chapoteamos en el lago, también cortamos flores, fue inolvidable. Veíamos las montañas a lo lejos que enmarcaban el lugar y protegían nuestra visita al campo, más para nosotros que veníamos de la Ciudad. Pero regreso al cuadro, porque la niña o jovencita me observa, está un poco seria y me muestra las flores redondas de color violeta suave que ha cortado y lleva en su regazo. Parecen salir del cuadro los colores que arropan la escena: verdes, lilas, rosas, azules y marrones en diferentes tonos acentúan cada elemento del paisaje.

Mis ojos viajan por cada una de las formas naturales tan bellas: la cordillera montañosa en el fondo, último plano en azules pálidos con pequeños destellos de luz naranja enmarcan la escena; otras formas nubosas descansan sobre ella y recorren de punta a punta el cielo, desgajadas, suaves vistiendo de textura a ese cielo azúl pálido. En el siguiente plano se observa el valle que se antoja majestuoso e intimo a la vez, de tonos ocre y verde, permite sentir la tierra viva y perenne que llega hasta el primer plano, abrazando el lago que está en el extremo derecho, arropando la escena e invitando mi mirada a caminar por él y descubrir qué hay más allá. Mi mirada se detiene entonces en la niña con esas flores grandes y bellas que quisiera poder tocar y llevarmelas a casa.

Las texturas del paisaje, suaves y aterciopeladas invitan a tocarlas con la mirada, se percibe perfectamente la diferencia entre la piel de la niña, su vestido rosa, las flores, que por cierto parecen hortensias, el pasto, el agua del lago, el cielo y las montañas. Es un gran paisaje horizontal que nos permite apreciar cada elemento, su composición me lleva a revisarlo todo, penetrando en él, disfrutar su tranquilidad y el movimiento de las hortensias parece decirnos que hay una suave brisa que las toca.

Ahora viene a mi la pregunta ¿quién pudo crear este bello paisaje? me acerco ahora a la cédula y leo que Alfredo Ramos Martínez, que por cierto nació a finales del siglo XIX, en 1875 y del que Rubén Darío dijo que era “El pintor de las melancolías”. Es verdad lo que dijo Darío, a mi esta obra me ha generado esa sensación después de «recorrerla y ver todos sus detalles». Resulta que Alfredo estudió en Francia y ahí tuvo contacto con las obras de artistas post impresionistas como Gauguin, Matisse o Van Gogh.

Tal vez, por ello la niña de este paisaje tiene rasgos más europeos que nativos mexicanos e incluso el paisaje con niña y hortensias, que así le puso el artista, yo le hubiera puesto «suave como terciopelo y algodón», podría ser un escenario natural en Europa o México, creo que muchos artistas se inspiraron en artistas europeos y luego fueron encontrando su propio estilo como Alfredo.

Una amiga, que viene conmigo me dice que, Ramos Martínez hizo varios cuadros de retrato de mujeres, jóvenes y niñas a petición y que tienen en común con ésta: una niña, joven, mujer de ojos grandes, con pequeñas ojeras, de nariz menuda y labios delgados; me recuerdan incluso al artista Español Pedro Romero de Torres que también realizó retratos de mujeres tan bellas como ésta.

La técnica que Adolfo empleó en esta obra, fue el pastel sobre papel, es decir utilizó tizas suaves que logran este efecto apastelado y evocador. Un paisaje que realizó ca. 1916, a principios del siglo XX, tal vez por ello fue considerado el «padre del arte moderno» y también fue fundador de las Escuelas de Pintura al Aire Libre.

Pero esta es otra historia que veremos en otro momento…

¿Cómo la has imaginado? ¿Qué sensaciones te provocó? ¡Te gusta? ¿En qué se parece a la narración? ¿En qué es diferente?

Observa ahora la obra y complementa esta narración…

Esta obra forma parte de la colección del siglo XX del museo Nacional de Arte, México

http://munal.emuseum.com/objects/1930/paisaje-con-nina-y-hortensias?ctx=d7c8c6ba-e98a-4a93-9e18-356d76150be9&idx=3

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