
Los museos, históricamente concebidos como instituciones que resguardan y legitiman la memoria colectiva, han sido también espacios donde se ha reproducido una visión eurocéntrica del conocimiento, la historia y la cultura. Integrar enfoques decoloniales en los museos implica reconocer y transformar estas estructuras de poder simbólico, abriendo el campo museal a otras narrativas, sensibilidades y formas de conocer el mundo.
Un museo con enfoque decolonial cuestiona las jerarquías entre lo que se considera arte y lo que se clasifica como artesanía, entre el conocimiento académico y el saber popular, entre la historia oficial y las memorias silenciadas. Descolonizar la mirada significa revisar los relatos expuestos, las colecciones y las categorías curatoriales para incluir perspectivas indígenas, afrodescendientes, comunitarias y femeninas que han sido históricamente marginadas.
Sin embargo, la integración de estos procesos en los equipos de trabajo museal implica un reto profundo de transformación institucional. Supone revisar los modelos de gestión, las políticas educativas, los tiempos y lenguajes de trabajo, y, sobre todo, los paradigmas de autoridad y legitimidad. No todos los museos están preparados para asumir el diálogo como práctica política (hay resistencias, de las que hablaremos más adelante): requiere apertura, formación continua, sensibilidad hacia las diversidades y disposición para aceptar la incertidumbre como parte del proceso. Implica también fortalecer los vínculos interdisciplinarios entre curaduría, educación, comunicación y comunidad, reconociendo que el conocimiento se construye colectivamente.
Construir hacia equipos reflexivos y conscientes implica también formar mediadores con herramientas de pensamiento crítico y enfoques decoloniales no solo transforma la relación con los públicos, sino también la cultura interna del museo. Equipos capaces de reflexionar sobre sus propias posiciones, privilegios y sesgos abren camino a una institución más consciente, sensible y justa. El desafío no es menor: integrar la mediación participativa como práctica estructural y no como un proyecto temporal demanda voluntad institucional, tiempo y acompañamiento pedagógico. Pero su impacto es decisivo: propicia un museo que aprende con sus públicos, que se transforma con ellos y que asume la diversidad de voces como su mayor patrimonio.
Las resistencias institucionales, entre la herencia colonial y la transformación necesaria pide de los museos transitar hacia modelos más inclusivos, participativos y decoloniales que enfrentan resistencias profundas, muchas de ellas arraigadas en las estructuras históricas y culturales que dieron origen a estas instituciones.
Los museos nacieron bajo paradigmas coloniales, patriarcales y jerárquicos, orientados a conservar, clasificar y narrar el mundo desde la perspectiva del poder. Aunque las prácticas contemporáneas intentan abrirse a la diversidad, aún persisten inercias que dificultan el cambio: formas de gestión verticales, discursos autoritarios, y una concepción del conocimiento que privilegia lo académico sobre lo comunitario y lo sensible.
Existen raíces de la resistencia, las estructuras heredadas y las prácticas museales tradicionales que se construyeron sobre una lógica de dominio epistemológico: el museo como custodio de la verdad, el curador como autoridad intelectual, y el público como receptor pasivo. Esta herencia colonial posicionó al museo como una institución al servicio de la “cultura ilustrada”, donde lo europeo, masculino y letrado definía los parámetros de legitimidad.

A lo largo del tiempo, esta estructura se consolidó en los manuales, metodologías y lenguajes institucionales, generando un sistema de trabajo basado en jerarquías rígidas, disciplinas fragmentadas y criterios de autoridad unidireccionales. La educación museal se subordinó al discurso curatorial; la mediación se entendió como divulgación, no como diálogo; y las decisiones se concentraron en las direcciones, más preocupadas por la gestión administrativa que por los procesos de reflexión crítica o transformación social.
Los procesos de cambio enfrentan además divergencias conceptuales entre los distintos equipos:
- La dirección y administración suele priorizar la eficiencia, los indicadores de asistencia, la sostenibilidad financiera y la imagen institucional, por encima de los procesos participativos o de experimentación educativa, que suelen percibirse como poco “rentables” o difíciles de medir.
- La curaduría y gestión de colecciones tiende a mantener una visión disciplinaria y autoral, centrada en la conservación material y en la autoridad del especialista. Las exposiciones se construyen muchas veces desde el canon académico, con poco margen para la incorporación de voces comunitarias o lecturas críticas.
- La educación y mediación promueve la apertura, la participación, el diálogo y la diversidad de interpretaciones. Sin embargo, estas áreas suelen ser las más precarizadas y menos consideradas en la toma de decisiones estratégicas.
- La comunicación y difusión enfrenta el reto de traducir los discursos complejos del museo a públicos diversos, mientras conviven con presiones institucionales de imagen y mercadotecnia cultural que a veces neutralizan el contenido crítico.
Estas diferencias no son únicamente metodológicas, sino epistemológicas y políticas: revelan modos distintos de entender qué es el museo, para quién trabaja y qué tipo de conocimiento desea compartir. De ahí que la incorporación de enfoques decoloniales o de género implique, en muchos casos, un cuestionamiento directo a las estructuras de autoridad y a los valores que sostienen la institución.
Las resistencias institucionales también responden a un miedo simbólico: el temor a perder control sobre los discursos, el prestigio o la posición de poder. La apertura al diálogo con comunidades, artistas o visitantes implica aceptar la posibilidad del disenso, de la contradicción y del error.
Para muchos equipos acostumbrados a operar desde la certidumbre del conocimiento experto, esta apertura se vive como una amenaza a la “seriedad” o “credibilidad” del museo. La decolonialidad, con su invitación a revisar las memorias incómodas y las heridas históricas, exige una ética de la vulnerabilidad institucional que no todos están dispuestos a asumir.
¿Cómo desmontar el paradigma hegemónico, desde un proceso de autocrítica? Propone el reto de superar estas resistencias requiere un proceso de autocrítica institucional: reconocer que las prácticas patriarcales y coloniales no son solo herencias del pasado, sino dinámicas que continúan operando en la forma de decidir, de representar y de comunicar.
La transformación de los museos hacia modelos más horizontales y sensibles demanda tiempo, formación y acompañamiento ético. Supone generar espacios de diálogo interdepartamental, revisar las políticas internas de representación y contratación, y construir una cultura de trabajo basada en la colaboración y el respeto mutuo.
El reto no es únicamente teórico, sino humano e institucional y requiere que los equipos aprendan a escucharse entre sí, a reconocer la validez de las distintas perspectivas y a trabajar desde la corresponsabilidad. La dirección necesita asumir el liderazgo ético del cambio; la curaduría, abrirse a la coautoría; la educación, consolidar su papel como núcleo de reflexión crítica; y la administración, facilitar las condiciones materiales para que estas transformaciones sean sostenibles.

Un museo que logra enfrentar sus resistencias no renuncia a su historia, sino que la reinterpreta desde una conciencia crítica, asumiendo que su poder simbólico puede y debe ponerse al servicio de la pluralidad, la justicia y la reparación cultural.
Solo así, el museo deja de ser una institución que reproduce el pasado y se convierte en un espacio vivo de transformación social, donde todos —equipos, públicos y comunidades— participan activamente en la construcción de nuevos sentidos y memorias compartidas.
¿Puede existir una ruta que las instituciones museísticas puedan implementar estos procesos? Exige una transformación estructural y transversal, que alcance tanto las políticas institucionales como las prácticas cotidianas de todos los equipos. No se trata solo de cambiar discursos, sino de reconfigurar relaciones de poder, modos de representación y formas de participación. A continuación se plantea una ruta de trabajo formal con objetivos, metas y estrategias para orientar este proceso al interior del museo. El objetivo general de la ruta establece un proceso institucional de transformación hacia un modelo museológico inclusivo, participativo y decolonial, que promueva la equidad, la diversidad de voces y la revisión crítica de las prácticas hegemónicas y patriarcales en la gestión, interpretación y comunicación del patrimonio.
Los objetivos específicos pueden sumar la:
- Revisión crítica de las estructuras organizativas y los procesos de toma de decisiones para incorporar una perspectiva de equidad y pluralidad cultural.
- El fortalecimiento de la formación del personal en enfoques decoloniales, de género e interculturalidad, desde los niveles directivos hasta los equipos operativos.
- La reformulación de los procesos curatoriales y educativos para garantizar la participación activa de comunidades, artistas, públicos y agentes externos en la construcción de los relatos museográficos.
- La promoción de prácticas de mediación y comunicación que incentiven la reflexión crítica, el diálogo horizontal y la inclusión de saberes diversos.
- El monitoreo y evaluación de los avances institucionales en la integración de perspectivas decoloniales, con indicadores cualitativos y cuantitativos.
Ello permite a los museos plantease metas para integrar acciones concretas que pongan en acción y sumen a todos para su logro al contar con un plan de formación interna anual en enfoques decoloniales, feministas y participativos para todo el personal. Integrar un Comité de Diversidad, Inclusión y Decolonialidad con representantes de cada área para redefinir los protocolos curatoriales y educativos para incluir criterios de participación, equidad y revisión crítica de los discursos expositivos e implementar proyectos piloto de mediación y co-curaduría comunitaria. Publicar un informe anual de resultados y aprendizajes institucionales.

Aquí es fundamental sumar aquellas estrategias de trabajo por área que vayan dando pasos hacia las metas propuestas:
- Dirección: para definir una política institucional de equidad, diversidad y decolonialidad como eje transversal de planeación, garantizar recursos financieros y humanos para la formación del personal y el desarrollo de proyectos inclusivos y promover convenios con universidades, colectivos y comunidades para la co-creación de proyectos museales.
- Subdirecciones y jefaturas: Alinear los programas anuales de trabajo a los objetivos de transformación institucional, incorporar indicadores de inclusión y participación en la evaluación de desempeño y generar espacios regulares de reflexión interna y retroalimentación colectiva.
- Curaduría: Adoptar metodologías de curaduría crítica y colaborativa que integren diversas perspectivas culturales, de género y territoriales, revisar los discursos expositivos desde una lectura interseccional, visibilizando artistas, temas y narrativas históricamente marginalizadas y fomentar la coautoría con comunidades, artistas contemporáneos y especialistas en los procesos de conceptualización y guion museográfico.
- Educacion y mediación: Desarrollar programas de formación continua en mediación crítica, pedagogías participativas y pensamiento decolonial, promover la creación de dispositivos y experiencias que favorezcan el diálogo, la observación activa y la problematización del patrimonio y establecer laboratorios de co-creación con los públicos para experimentar nuevos modelos de aprendizaje y participación en sala.
- Comunicacion y difusión: Replantear el lenguaje institucional para hacerlo inclusivo, accesible y no discriminatorio, diseñar estrategias de comunicación que visibilicen la diversidad cultural y cuestionen las narrativas dominantes y fomentar la presencia de voces diversas en redes, publicaciones y actividades públicas.
- Administración: Incluir criterios de equidad, sustentabilidad y justicia social en los procesos de contratación, adquisiciones y gestión de recursos, garantizar condiciones laborales dignas y equitativas para todo el personal y favorecer alianzas con proveedores y servicios locales que representen diversidad y compromiso social.
Ya se están haciendo desde las áreas educativas y hacia los visitantes un ejercicio paulatino pero sistematico para:
- Escuchar las voces del territorio propone pasar del museo que interpreta desde fuera al museo que dialoga desde dentro. Esto implica generar procesos participativos en los que las comunidades sean coautoras de las narrativas y los dispositivos museográficos, no solo fuentes de información. Los saberes locales, los rituales, las lenguas y los modos de habitar los territorios deben tener presencia y agencia en la construcción del discurso museal.
- Replantear el papel del mediador desde una perspectiva decolonial, deja de ser la transmisión unidireccional del conocimiento institucionalizado para convertirse en una práctica dialógica, ética y política. El mediador actúa como puente entre mundos: facilita la conversación entre diferentes cosmovisiones, promueve la empatía intercultural y contribuye a que los visitantes cuestionen las estructuras de poder que han configurado las representaciones del patrimonio.
- Reimaginar la noción de patrimonio implica que el patrimonio deja de entenderse únicamente como objeto material y pasa a concebirse como un tejido de relaciones, memorias y prácticas vivas. Desde los enfoques decoloniales, se reconoce que la conservación no consiste solo en preservar, sino en mantener la vitalidad de las culturas y sus formas de transmisión. Esto abre el museo hacia el presente, hacia los procesos sociales, ecológicos y simbólicos que continúan transformando la identidad colectiva.
- Transitar hacia un museo más justo y plural requiere integrar enfoques decoloniales no como una moda, sino una responsabilidad ética y pedagógica. Significa revisar las colecciones, los discursos y las prácticas institucionales para construir museos más inclusivos, sensibles y comprometidos con la justicia social. En esta perspectiva, el museo deja de ser un templo del saber y se convierte en un espacio de encuentro, escucha y transformación, donde las historias pueden contarse desde múltiples puntos de vista.
- Generar desde los departamentos educativos una mediación decolonial permite transformar las prácticas hegemónicas desde el diálogo y la participación invita a los museos a reflexionar sobre que este proceso no puede hacerse solo desde el discurso curatorial o académico: requiere transformar las prácticas cotidianas de mediación y los modos en que los equipos conciben la relación con sus públicos. La mediación, entendida como un proceso de participación, reflexión y diálogo crítico, se convierte en una herramienta fundamental para cuestionar las estructuras hegemónicas de poder, conocimiento y representación dentro del museo.
- La mediación como práctica emancipadora pretende la formación de mediadores desde enfoques participativos que reconocen al visitante como sujeto activo, capaz de producir sentidos, cuestionar los relatos oficiales y vincular su experiencia personal con el patrimonio. A través de la observación atenta, el diálogo horizontal y el cuestionamiento del relato museal, la mediación promueve procesos de aprendizaje que descentran la autoridad del museo como único portador de verdad.
- Esta práctica de escucha y co-creación abre paso a nuevas narrativas que integran perspectivas diversas —de género, territoriales, comunitarias y pluriculturales—, fortaleciendo el carácter democrático y educativo del museo.
- Esto permite el transformar las relaciones con los públicos se activa cuando la mediación se orienta a la participación activa y a la reflexión colectiva, los públicos dejan de ser receptores pasivos para convertirse en interlocutores y co-autores de las experiencias. Este desplazamiento simbólico desafía la estructura jerárquica tradicional entre “expertos” y “visitantes” y propicia una circulación más equitativa del conocimiento.
- A través de dinámicas dialógicas y dispositivos que invitan a observar, preguntar, comparar o reinterpretar, se generan espacios de pensamiento crítico que permiten a las personas reconocerse en las colecciones y repensar las historias que el museo narra.

Aquí algunos ejemplos de proyectos desde este enfoque:
- España. Museo Reina Sofía (Madrid) — Museo Situado y Escuela de Mediación Situada: red estable con colectivos del barrio de Lavapiés; líneas de mediación con enfoque feminista, migrante y antirracista, y programación pública situada. MACBA (Barcelona) — Programa de Estudios Independientes (PEI) y actividades “Descolonizar el museo”: plataforma de pensamiento crítico con ejes decoloniales; exposiciones y temporada programática centradas en decolonialismo y justicia social.
- Brasil. MASP (São Paulo) — Ciclo “Histórias” y la muestra “Histórias afro-atlânticas” (coproducción con Tomie Ohtake): revisión crítica de la historia del Atlántico negro que articuló curaduría, educación y públicos. Museu Afro Brasil Emanoel Araujo (São Paulo) — Programas educativos con formación de mediadores desde perspectiva antirracista y decolonial; énfasis en aportes afrobrasileños a la cultura nacional. Museu de Arte do Rio – MAR (Río de Janeiro) — Escola do Olhar: polo permanente de pensamiento y formación que conecta educación, arte y debate público con agenda sobre desigualdades y diversidades.
- Colombia. Museo Nacional de Colombia (Bogotá) — Proceso de renovación curatorial para incluir múltiples voces y desmontar el recorrido lineal; sala Memoria y Nación y dispositivos de diversidad; conexiones con Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria de Doris Salcedo. Proyecto Museo Afro (Colombia) — Construcción colaborativa con redes regionales, laboratorios afrodiaspóricos, enfoque antirracista y decolonial hacia 2026.
- Perú. Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social – LUM (Lima) — Educación para ciudadanía críticay procesos participativos de diseño museográfico; repositorio editorial y producción académica propia.
- México. MUAC – UNAM (Ciudad de México) — Programas de mediación y comunidades (Enlaces, Periscopio; “MUAC en tu casa”) que llevan obra a públicos diversos y crean comunidades temporales de aprendizaje.
- Portugal. Museu Nacional de Etnologia (Lisboa) — Exposición “Desconstruir o Colonialismo, Descolonizar o Imaginário” (2024–2025) y línea de trabajo crítico sobre colecciones africanas; debates sobre restitución y descolonización museológica.
Estas iniciativas comparten rasgos: co-creación con comunidades, redes de mediación situada, revisión curatorial con marcos interseccionales y producción de recursos públicos (publicaciones, laboratorios, escuelas de mediación) que transforman la relación museo-públicos.
Para cerrar este ejercicio, en el trayecto del proceso decolonial integral del museo es necesario establecer un sistema de indicadores (formación, participación, representatividad, impacto social), además de implementar evaluaciones participativas con la comunidad y los públicos y elaborar un reporte de avances y aprendizajes semestral para ajustar estrategias y compartir buenas prácticas.
La ruta hacia un museo decolonial no se limita a transformar los discursos expositivos: exige una reconfiguración ética e institucional profunda. Implica reconocer que el museo no es un espacio neutro, sino un agente activo en la construcción de sentido social.
La mediación, la educación y la curaduría son los nodos estratégicos de esta transformación: donde el conocimiento se comparte, se discute y se reconstruye colectivamente. Solo así el museo podrá convertirse en un espacio de diálogo, justicia simbólica y reparación cultural, abierto a la pluralidad de las experiencias humanas.
